Últimamente salto de miércoles en miércoles en el blog, podría poner una lista de excusas, pero lo importante es que el miércoles, en medio de la semana, de la rutina o el jaleo, algo hace que no pase por alto asomar por aquí, y es que tener una compañera posteando contigo a 1400 millas náuticas, mola y mucho.
Este es el post del post, la historia de la historia.Si no sabes de lo que hablo visita primero a mi súper compañera del Miércoles de Vídeo, La Ecocosmopolita.
Hoy Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, La Ecocosmopolita nos habla de Historias Escondidas, una serie de micro documentales que narran la historia, en primera persona de seis inmigrantes de distintos paises, que llegaron a España en busca de un «futuro mejor». Y nosotras, dos hermanas, con distintos motivos y distintas vivencias te contamos nuestras historias.
Yo, la Inmigrante:
Suelo decir que soy «importada». Salí de mi casa con rumbo indefinido a los 21 años, con dos maletas mas cargadas de fantasías insulares que de trapos y dos buenos compañeros de viaje.
Un papel timbrado, sellado, apostillado, registrado y legalizado en el que se leía «partida literal de matrimonio» cambiaba mi historia respecto a la de muchos otros aventureros, que con las mismas maletas llenas de sueños, se lanzaban en ese momento a la aventura de marcharse sin papeles. Para mi, aquello que estaba viviendo, se parecía mas a una vacaciones con media pensión incluida. En efecto, la media pensión tenía nombre: «Ayuda al inmigrante retornado» y nos caía en el bolsillo nada mas llegar a España, aunque solo habíamos abandonado el hogar materno para irnos de fin de semana a la playa.
El destino fue Canarias, un poco al azar, con un pasaporte español en la mano, buscamos un lugar cerca de la línea Ecuatorial donde reinara el sol y hubiesen buenas olas que ir a correr. Bastante frívolo si se compara con otras historias, pero lo cierto es que fue así, sin planearlo mucho, sin grandes expectativas, con un «nos vamos y si nos va bien fenomenal y si no que cada uno haga lo que quiera» nos vinimos, soñando con una casa desde la que ver el mar, en una calle sin aceras, mucha pesca, surfing y una escuela pequeñita y de pueblo para la Vicky.
La historia no fue exactamente así, desde que llegamos tuve la sensación de haber llegado tarde, el deseo de haber estado en la isla por lo menos 15 años atrás. Difícil iba a tener la adquisición del famoso papel apostillado, a no ser que le hiciera ojitos y secuestrara a algún compañero de la guardería. Pero a pesar de haber aterrizado en una pequeña ciudad y no en el campo como pensábamos, la realidad poco a poco se fue poniendo a la par de la fantasía.
El destino y sus planes cambiantes, hizo que coincidiéramos en la isla durante unos meses, con mi hermano y mi cuñada que acababan de marcharse del país. El llegar acompañados, con papeles, blanquitos y rubitos a pesar de venir del Caribe y aterrizar en un barrio donde el bar se llamaba Orinoco, la peluquería «La Catira», estar a dos calles de la Av. Venezuela, en la esquina de Ferretotal, que nos recibieran con arepitas y queso rallado y nos preguntaran si sabíamos que era el pabellón en la arepera La Carajta, podía hacer dos cosas en nosotros: hundirnos en una tristeza y añoranza constante o hacernos sentir en casa y los tres tiramos por lo segundo.
Nunca he vivido un encuentro desagradable por decir de donde vengo, ni me han menospreciado por el color de mi piel. Mi hablar cantado, se mezcla con la música de las voces de la isla y de todos los que nos hemos quedado por aquí canturreandole al mar.
Tengo una hermosa amiga de Costa de Marfil, que las ha pasado canutas desde que decidió salir de su país hace 7 años, es una mujer de esas que tiene la risa acompasada con el caminar, siempre sonriente y dulce, me cuenta las batallas que ha vivido desde que decidió venirse a España, los años que estuvo separada de sus hijos, y a mi casi me da vergüenza contarle la mía, por eso digo que soy importada , no inmigrante.
Mi viaje ha sido un viaje de esos en lo que no hay prisa, ni fecha de regreso, hemos crecido por el camino. Yo me enamore de la isla rápidamente, aprendí a caminar despacito, a cambiar el cine por la puesta de sol y las fiestas por un baño en la playa, a disfrutar de la soledad, a vivir conscientemente en el territorio que me arropa, valorándolo y amándolo como si me hubiese parido. Mis nuevos amigos se adoptaron como familia y el mar se volvió una exención del hogar.
Yo encontré mi sitio.
Puedes disfrutar de los 6 microdocumentales y de las historias secretas de mi compañera de miércoles en este post de La ecocosmopolita y conocer los detalles de la campaña en este post del blog Migrados de El País.
Si te quedas con ganas de historias escondidas, visita el post de la semana pasada y date un vuelo rasante por La Palma de la mano de Rafa Herrero, el primer secreto de su cuaderno de bitácoras de Secrets of Macaronesia
Te dejo uno de estos microdocumentales de Historias escondidas, que me ha gustado mucho Y de regalo un play list para corazones andantes
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